Conversamos con Nicolás Vicuña Fernández, joven agrónomo que ha trabajado junto a su equipo en la incorporación de innovaciones y nuevas tecnologías para el cultivo de frutales y semilleros en la costa chilena.
Por María José Urcelay
En tiempos donde se dice que los jóvenes no están interesados en el trabajo del campo y está peligrando el recambio generacional de las familias agrícolas, es destacable conocer casos como el de Nicolás Vicuña, el cual podría estar clasificado hoy como un “millennial” que cambió la vida de ciudad por la de campo.
A sus 36 años, Nicolás vive en los terrenos de la Agrícola El Peumo ubicada a solo 2,5 kilómetros del mar en la zona de las Brisas de Santo Domingo, Región de Valparaíso, de la cual es dueño su tío Eduardo Fernández.
Colindante se encuentra la Agrícola Santa Macarena, fundo de su madre, Gloria Fernández. Fue ahí donde tuvo sus primeras incursiones como agricultor acompañando desde niño a su padre Juan Vicuña, con quien viajaba desde Santiago, para conocer de la administración y manejo del campo. “El 90% de todo lo que sé lo aprendí de ellos”, asegura Nicolás.
Junto a Nicolás, trabaja codo a codo su cuñado José Tomás Covarrubias. La juventud de este equipo han sido un aporte en la incursión de tecnologías más innovadoras para las labores agrícolas.
Aproximadamente hace ocho años asumieron la tremenda inversión de ingeniería de traer agua del Río Maipo, la cual se encontraba a 10 kilómetros de distancia y 160 metros de diferencia de altura. Algo que implicó toda una odisea, pero que hoy les permite cultivar frutales que hace algunos años era impensado hacerlo en el secano costero.
Al respecto Nicolás comenta que “ha ido cambiando un poco la agricultura, de un terreno que era destinado a trigo y ovejas, hoy día tenemos agua, plantaciones y semilleros”.
Tras este trabajo realizado en la Agrícola Santa Macarena, pasó a replicar ese desarrollo en la Agrícola El Peumo, donde Nicolás se encuentra trabajando actualmente, a lo que se suma la administración de otro fundo de la misma sociedad ubicado en Puangue.
Reconvirtieron riego por surco a tecnificado, cuentan con sensores de humedad por todo el campo y monitoreo fotosatelital, además de drones para ver condiciones de suelo o de follajes.
“Hace unos años era impensado aplicar productos vía helicóptero”, asegura Nicolás, algo en lo que hoy ya han incursionado. Sin embargo, enfatiza que es importante seguir incorporando aún más y nuevas tecnologías “por ejemplo en agricultura de precisión, porque hacía allá va la agricultura”.
Lo volátil de los mercados, especialmente en el precio de venta de las cosechas, ha dado lecciones a algunos agricultores de no poner “todos los huevo en un canasto”, y optar por variadas producciones.
Según explica Nicolás, debido a que la agricultura es de muy largo aliento, “pasan muchos años desde que se arma un proyecto hasta que se puede cosechar y como no tenemos la bola de cristal para ver el futuro, es mejor diversificarse”.
Es así como tiene actualmente viñas, nogales, ciruelas D’Agen, maíz y paltos en cerro. Además, están trabajando en incorporar cítricos y cerezos tempranos.
Hace algunos años atrás el futuro laboral de los hijos estaba definido como un destino forjado con fuego. En cambio las nuevas generaciones han tenido toda la libertad de elegir su profesión y aunque el trabajo del campo tiene sus sacrificios, aún hay muchos que se encantan como es el caso de Nicolás. Él define el trabajo agrícola como “un estilo de vida, uno tiene que estar mirando al de arriba constantemente y ser bien humilde”.
En la casa del campo vive con su señora, sus dos hijos y un tercero en camino. Al preguntarle si le gustaría que ellos trabajen con él, responde con un rotundo no, porque más allá de sus gustos personales quiere que sean libres. Aseguró que “están impregnados de campo, pero quiero que elijan sin coartarlos nunca”, tal como le sucedió a él.
Panamericana Sur km.62,9
Casilla 30.
San Francisco de Mostazal
Sexta Región, Chile
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