Roberto Pascual, ingeniero agrónomo español, se lanzó muy joven a explorar el uso de esta tecnología para disminuir los residuos en el agro. Lo trataron de “bicho raro”, pero no se detuvo. Hoy sus tratamientos orgánicos se usan en tres de los cinco continentes. “La aplicación de la bioquímica a la agricultura está en sus inicios y se necesitarían varias vidas de trabajo para desarrollar su gran potencial”, dice.
Por Florencia Polanco – Fideliza Comunicaciones
Hoy el cambio climático, la escasez hídrica y el cuidado del medioambiente, los tres estrechamente vinculados, son temas recurrentes en seminarios, centros de investigación, universidades, organizaciones internacionales y entre productores. Por lo mismo, si surge alguna iniciativa que apunte a enfrentar estos desafíos causa gran interés.
Pero hace cuatro décadas, en los años 80, poco y nada se hablaba de estos problemas que actualmente copan la agenda. En ese entonces, Roberto Pascual era un joven ingeniero agrónomo, muy inquieto y lleno de interrogantes sobre el futuro de la agricultura en su país y en el mundo. Un “bicho raro” le decían.
Nacido en Valencia, España, sus primeros años laborales los dedicó a trabajar en una multinacional y después formó su propia empresa de riego tecnificado junto a otros cuatro ingenieros agrónomos, la que al poco andar dio un giro a lo desconocido que con los años se tradujo en la creación de Tavan (Tecnologías Avanzadas Agrícolas S.L.), bioquímica de origen español que hoy tiene presencia en Europa, África y Latinoamérica.
Con el grupo de agrónomos que trabajaba comenzamos a preguntarnos si existían formas de resolver la falta de productividad asociada a plagas y enfermedades, sin generar residuos”, dice, y aunque en esos años los residuos no eran todavía un problema que preocupara a los productores, él intuía que tarde o temprano lo sería. Y no se equivocó.
Con esa inquietud en mente, este grupo de ingenieros agrónomos, del cual Roberto era el más joven, decidieron volcarse a explorar la biotecnología aplicada en la agricultura, una técnica basada en el uso de sistemas biológicos y organismos vivos o sus derivados para generar mejoras en productos o procesos en beneficio del ser humano y el medio ambiente. Hoy es ampliamente usada en industrias como la minería, y cada vez más en el agro.
De todas formas, el riesgo en esos años era grande, pues tampoco existía mucha información y tampoco confianza ante tecnologías de ese tipo. Los métodos tradicionales solían ser la regla o la apuesta más segura.
“Cuando empezamos a explorar la posibilidad de introducir la biotecnología en la agricultura no había nada o lo que aparecía era muy incipiente. El mundo no tenía ni un avance. Partimos literalmente con una hoja en blanco”, recuerda hoy a sus 62 años desde República Dominicana, su segunda casa.
Pero decidieron insistir, considerando que las innovaciones tienen mucho de intuición, y también mucho de ensayo y error. “Leíamos en bibliotecas y en las pocas revistas que había en aquella época, donde tampoco había internet. Ibas leyendo y, más o menos, intuías que había otras formas de hacer cosas, y entendimos que si la planta, como ser vivo, es bioquímica, la formula para resolver los múltiples problemas y sus variables, sin duda alguna vendría de la bioquímica”, comenta el español.
El camino fue largo, pero esa intuición los llevó a un resultado. Tras 5 años de trabajo en el laboratorio y en el campo, lo habían encontrado.
La clave estaba en combinar la biología y la química. Por ejemplo, mediante la extracción de biotoxinas de diferentes microorganismos que fueron estabilizados en un laboratorio biológico crearon una fórmula orgánica y posteriormente bioquímica, que, al ser aplicada en las plantas, activó sus defensas o inhibió los patógenos, mejorando su calidad organoléptica, “generando que se defendieran ellas mismas del ataque de hongos y bacterias, sin la necesidad de aplicar un producto químico. Algo parecido a una vacuna en el reino animal”.
Pero pese a los buenos resultados, y como suele ocurrir con muchas innovaciones en el agro, los primeros años no fueron fáciles. “Intentamos hacer convenios con universidades, pero había mucha resistencia, sonábamos a hippies con melena larga. Siempre digo que vamos 20 años por delante de todo y cuando vas tan por delante no te entienden. La tendencia va por este camino, pero íbamos demasiado adelante y tuvo que pasar tiempo”, señala el agrónomo y director técnico de Tavan.
Efectivamente, con el tiempo se les abrió una puerta, que coincidió con que los residuos comenzaron a generar discusiones, y además lograron apoyo del gobierno para asistir a ferias internacionales, aumentar la investigación y a expandir sus descubrimientos a otros países, entre ellos España, Chile, Portugal, Francia, Italia, Alemania, Marruecos, Perú, Brasil, Argentina, República Dominicana (donde instalaron una segunda planta luego de la primera en Valencia), Turquía y México. “Fue un crecimiento exponencial y bastante rápido”, dice.
Hoy crecen cerca de 20% al año y producen 3 millones de litros de tratamientos orgánicos de diversa índole y para diversos cultivos que viajan por el mundo.
Eso sí, advierte que la investigación nunca se detiene. No solo porque los problemas cambian y muchos tratamientos van quedando obsoletos, por lo que hay que actualizarlos, también porque los problemas fitopatológicos no se comportan igual en todos los países, y se van sumando otros aspectos que también influyen, como el cambio climático y la crisis hídrica, donde los cultivos están más sobre exigidos.
Si bien la biotecnología hoy está más explorada y es considerada por los productores como una alternativa, según Pascual no se aprovecha todo su potencial. “Hay pocas empresas en el mundo dedicadas a la biotecnología aplicada a la agricultura, probablemente porque hay industrias que pagan mejor, que, a su vez, también generan muchos residuos. Pero debería ser al revés, porque la agricultura es lo que comemos”, sostiene.
En ese sentido, considera que “la aplicación de la bioquímica a la agricultura está en sus inicios y se necesitarían varias vidas de trabajo y desarrollo para desarrollar su gran potencial”.
Sobre los próximos pasos de investigación, adelanta que quieren seguir explorando nuevas áreas en las que la biotecnología sea un aporte.
Actualmente, están investigando cómo manejar la presencia de insectos y ácaros dañinos, respetando a los insectos que son beneficiosos, como las abejas.
Por otra parte, cuenta que ya han desarrollado microorganismos que fijan el nitrógeno del aire, otros que disuelven el potasio y el fósforo del suelo (donde existe la mayor fuente de fósforo, pero no soluble para la planta), “poniendo estos elementos tan importantes para la planta, con lo cual fortalecemos su nutrición, logrando entre 35% y 50% de ahorro en este aspecto, junto con un gran ahorro de agua por eficiencia de ella en la planta”.
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