“Si alguien me pregunta por algo, yo lo vendo”, dice riendo Alejandro Cabello Yáñez, ingeniero mecánico colchaguino de 48 años y co-fundador de la empresa de packaging para la exportación de frutas SMC Box, la cual opera con máquinas de alta tecnología y velocidad de la marca italiana Teco, capaces de armar hasta 3 mil caja por hora.
Su frase no es casual, ya que esa habilidad para vender la identifica como un “don” que siempre tuvo, pero que floreció hace 10 años a través de este emprendimiento que, en poco tiempo, logró traspasar las fronteras. Actualmente, tienen presencia en Perú con 50 máquinas y están próximo a abrir mercado en México con dos máquinas más.
En Chile, la planta está ubicada en Rosario, región de O’Higgins, y ofrecen su servicio a exportadoras desde Copiapó hasta Valdivia. “Jamás pensé que creceríamos tanto”, comparte entusiasmado. Como tampoco pensó que, después de 17 años como docente en Inacap, se transformaría en un empresario.
“Nunca pensé ser empresario o tener un emprendimiento. De hecho, recién hoy día me doy cuenta de la responsabilidad social empresarial que tengo, tanto con mi gente como con nuestros clientes. Eso sí, siempre he sido positivo y pienso que las cosas me van a resultar. Eso, creo, ha sido clave. Partí sin tener idea de cómo se armaba una caja, fueron los técnicos los que me enseñaron, pero poco a poco fui conociendo este mercado”.
“Sin duda. Me sirvió mucho esa inclinación por aprender y también para transmitir de mejor forma los aprendizajes, por ejemplo, a través de las capacitaciones que hacemos a nuestro equipo, que hoy está compuesto por 35 personas de forma permanente y más de 80 en momentos más peak de la temporada”.
“Fue complejo. Pero desde el colegio tuve inquietudes por el área comercial. Vendía libros, artículos deportivos, todo lo podía vender. Si alguien me pregunta por algo, yo lo vendo. En el fondo, y esto se lo debo a mi familia, trato de buscarle a la vida desde diferentes ámbitos. Siempre me sentí con el don comercial, y creo que uno tiene que aprovechar los dones que Dios nos da. Uno trabaja para crecer, para desarrollar y para aportar con desarrollo.
Esa era una muy buena señal. “Gracias a Dios, agarramos justo la ola”, dice contento, e incluso sorprendido. En ese entonces, dice que el 40% de las cajas se armaba a mano, en una industria que crecía a una velocidad que, tarde o temprano, exigiría más automatización. Y así fue. “Una ayuda enorme para la escasez de mano de obra, un tema que se venía”, agrega.
Porque somos una de las pocas empresas que logra armar 3 mil cajas por hora. Es una máquina muy veloz. Llegar en el momento oportuno, entregar un servicio de calidad, buscar la tecnología que necesita el mercado y trabajar con un equipo idóneo también ha sido fundamental. Lo otro es no bajar la guardia. La empresa es como una caja de huevos, en cualquier momento se puede caer y los huevos quebrar. A veces uno cree que lo logró, pero todos los años hay desafíos nuevos y el mercado se comporta en forma distinta. Hay que estar atento a las crisis.
De seguir creciendo y trayendo tecnología de aún más velocidad. Hoy todas las exportadoras tienen la necesidad de armar cajas de forma automática. De hecho, hoy el mercado de la cereza es tan masivo que tenemos que empezar a armar cajas antes, en junio, julio y agosto.
En las semanas peak es un trabajo de lunes a lunes 24 horas al día. A 2026 se proyecta que Chile llegue a los 200 millones de cajas de cerezas exportadas, que es lo plantado actualmente.
“Que si la vida te da una oportunidad hay que tomarla. Todos podemos ser emprendedores, pero hay que decirle que sí. Hay que ser valiente y tomar riesgos. Que las cosas se logran con el apoyo de la familia, con esfuerzo y perseverancia. A mí, personalmente, lo que más me costó fue darme cuenta de que no siempre vas a meter los goles, atajar el penal y poner las tarjetas, sino que es un proceso de equipo, no de uno solo. Esa es la clave del crecimiento”.
Panamericana Sur km.62,9
Casilla 30.
San Francisco de Mostazal
Sexta Región, Chile
