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Agosto 2022

El agricultor de Peumo que aprendió diversificar

Hace 40 años, Iván Olea construyó desde cero la estación de servicios “Combustibles Peumo”. “Ojalá las personas prefieran lo local. Es meritorio haber permanecido tanto tiempo en el negocio contra estas empresas tan grandes”, dice.

 

Iván Olea, 65 años, produce principalmente cítricos en Peumo, en la Región de O’Higgins. Un negocio familiar que heredó de su padre y que decidió continuar tras su muerte hace 13 años.

Pero desde chico le enseñaron que no hay que poner todos los huevos en una misma canasta, y con tan solo 28 años apostó por entrar al competitivo rubro de las bencineras e invirtió en una estación de servicio en el lugar que nació. Eso hace casi 40 años.

Partió adquiriendo una franquicia de una marca reconocida, donde aprendió a cabalidad el teje y maneje del negocio. Después la vendió para abrir su propia estación de servicio local muy cerca, la que además construyó desde cero. Era una gran apuesta.

Inaugurada 1985, está ubicada en un lugar estratégico de la carretera, donde el cartel “Combustibles Peumo” no pasa desapercibido. “Cuando se trata de una estación de servicio, la prioridad uno, dos y tres es la ubicación”, señala.

Cuenta que salió del colegio en el año 73 y entró a estudiar Ingeniería en Agronomía en Temuco. “Eran tiempos difíciles, así que cuando egresé me pregunté qué pasaría si nos quitaban el campo. No era un gran campo, pero si nos tocaba la Reforma Agraria cómo nos pagábamos la vida”, recuerda.

Y como siempre había mirado el rubro de la gasolina con interés y buenos ojos, así no dudó en emprender. Después de todo, el combustible está considerado un insumo de primera necesidad, no solo para las personas que deben trasladarse en sus vehículos, sino también para la agricultura. Un rubro que conocía muy bien, lo que le abrió muchas puertas. O huertos más bien.

Como en todo emprendimiento, no todo es color de rosa. “Tenemos una desventaja grande con respecto a las marcas grandes. Es como que un local de barrio compita con un supermercado”, comenta. Pero a diferencia de los locales de barrio, percibe que las personas no premian el hecho de que se trate de una gasolinera familiar.

– ¿Cómo se sobrevive con una gasolinera local?

-Es difícil competir con las marcas, pero la calidad del combustible es la misma, y trabajar solo es más rentable. No me quejo, la verdad, porque tengo mi clientela de toda la vida. Ojalá las personas prefieran lo local. Es meritorio haber permanecido tanto tiempo en el negocio contra estas empresas tan grandes.

– El precio de la bencina ha alcanzado precios históricos, ¿a los gasolineros les afecta o beneficia la inflación?

– Afecta bastante, porque los montos de compra se han ido al doble, entonces el capital de trabajo se empieza a achicar. Las reposiciones son carísimas y el margen de precio por litro lo hemos mantenido por años. A diferencia de otros rubros, no tenemos mayor utilidad a mayor precio.

– En paralelo con esta apuesta, siguió dedicado al campo…, ¿por qué?

– Sí. Trabajé toda la vida con mi papá. Lo apoyaba en todas las labores de campo. Cuando murió decidí quedarme en el rubro, pero se arrastraba una deuda grande que, gracias a Dios, logré repactar y ya estamos próximos a pagar la última cuota, lo que es un alivio.  

De lo que produce el campo familiar, con 45 hectáreas de cítricos, su fuerte son las naranjas de verano variedad Valencia, las cuales vende en el mercado interno. No se distinguen mucho por su apariencia, pero sí por su sabor, dice. “Me gusta porque es una variedad relajada. El rango de cosecha es de 6 a 8 meses. Me puedo ir de vacaciones y retomar la cosecha y no pasa nada”, agrega.

Junto con las naranjas Valencia produce limón sutil, pero es un tema delicado. “Este año se me helaron por completo. No sé si se van a recuperar. Me da la impresión de que no”, comenta.

Iván Olea es inquieto y no se detiene. Además de sacar adelante el campo y saldar la deuda, también se preocupó de integrar la tecnología, ya que su padre era “a la antigua y no creía en el riego tecnificado, era algo demasiado futurista en aquella época y se miraba con desconfianza”.

-Como todo espíritu emprendedor, usted no se detiene, ¿cuáles son sus próximos pasos?

-Exportar. Hay que producir para exportar o el negocio a la larga no da. Tenemos un proyecto de 45 hectáreas de naranjo Fukumoto. Eso ha implicado mayor inversión, certificar el campo, entre otros esfuerzos, pero el próximo año ya tenemos una producción importante para empezar a hacerlo. Vamos a partir con unos 500 mil kilos. Ojalá nos vaya bien.

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