Hijo de agricultor, el campo lo atrapó desde que era un niño. Estudió técnico agrícola y en 1994, con poco más de 20 años, Fernando Jeldres asumió el desafío de administrar las tierras de su familia en la comuna rural de San Carlos, en la Región de Ñuble.

Un año después, convencido de que ser agricultor era un camino trazado, decidió emprender y arrendar sus primeras hectáreas para sembrar remolacha, después trigo y algunas hortalizas. Pero no fue hasta el año 2000 que -pese a no haber ganado dinero hasta entonces- hizo una apuesta mayor y plantó sus primeras 14 hectáreas de maíz.

A punta de sudor y dejando los pies en la tierra bajo el sol ñublense, hoy su proyecto agrícola suma cerca de 500 hectáreas propias y arrendadas, en las que cultiva principalmente trigo, maíz y remolacha. También ha ido adquiriendo su propia maquinaria agrícola y desde temprano invirtió en riego tecnificado.

El camino recorrido hasta aquí, admite, no ha sido nada fácil. Sin embargo, la pasión que siente por la agricultura y los cultivos tradicionales sigue creciendo.

“Soy un agricultor feliz. A mis 54 años, lo único que quiero es seguir siendo agricultor y no moverme de mi pueblo”, comenta el ex dirigente de la Asociación de Agricultores de San Carlos, quien se levantó temprano para ponerse manos a la obra, como el campo exige.

Su apuesta por el riego tecnificado fue bastante visionaria.

“Pero todavía existen zonas en Ñuble donde no existe una cultura de riego. Quiero hacer hincapié en esto. Hoy en día, por la necesidad hídrica que tenemos, si no tienes riego tecnificado el negocio es inviable”.

¿Por qué?

“Porque cada vez hay menos personas que les gusta el trabajo de campo. Los jóvenes de hoy tienen otro horizonte y piensan totalmente distinto. Yo siempre he sostenido la importancia de que el Estado invierta en evitar el éxodo del campo a la ciudad. Hay poca conciencia de lo importante que es la agricultura para el país”.

¿En qué lo ve reflejado?

“Pasan dos cosas. Por un lado, la agricultura va quedando en pocas manos. Y por otro, estamos enfrentando una penetración salvaje de las parcelas de agrado, que se están transformando en parcelas de desagrado. Las personas, sin mala intención, están urbanizando lo rural con consecuencias poco visibilizadas, como el aumento del tráfico, de la basura, todo esto es lapidario para el campo”.

¿Esta falta de conciencia de la que habla afecta a todos los cultivos, o solo a los tradicionales?

“Los fruteros están igual de complicados que los agricultores de cultivos tradicionales. Insisto en que debe haber una política de Estado donde exista conciencia de que mantener y hacer crecer la agricultura es algo totalmente estratégico. Yo me he dado vueltas por Argentina, Estados Unidos, Perú y es impresionante cómo están protegiendo su agricultura”.

¿Cuáles son las principales preocupaciones de los agricultores hoy?

“Uno es el clima. Estamos llegando a septiembre y todavía me quedan 25 hectáreas de trigo que sembrar, porque el clima no me ha permitido hacerlo. Pero no puedo ir donde un ministro o a un banco a reclamar por el clima. La logística del campo es responsabilidad mía, pero tiene que haber un equilibrio”.

¿Cuál sería un buen equilibrio?

“Fomentar una cultura de riego, apoyar la inversión tecnológica, entender que la agricultura hay que protegerla. No estamos pidiendo que nos regalen las cosas, pero por ejemplo, la Ley 18.450 que hizo Ricardo Lagos para el fomento del riego fue una tremenda ley. Hoy día se produce mucho más”.

¿Qué es lo más prioritario en la actualidad?

“Enfrentar la desinformación que existe respecto a la escasez hídrica. Es sumamente necesario generar conciencia, informarle a las bases, sobre lo importante que es cuidar y administrar bien el agua. Las cuencas siempre han sido administradas por las juntas de vigilancia que tienen todo el know-how, pero hay que explicarle al ministro, a los políticos, a las autoridades locales. Nosotros también somos responsables de informar cómo funciona este negocio”.

¿Cómo se proyecta el riego esta temporada después de las lluvias?

“Lo veo complicado. Para que tengamos una reserva hídrica en la Región de Ñuble las nieves tienen que caer en mayo, junio y julio, porque los frentes con temperatura se llevan gran parte de la nieve acumulada. Una buena nieve que cae en mayo, junio y julio puede durar hasta mediados o fines de enero, y con eso asegurar un riego normal hasta fines de febrero, que sería lo ideal. Eso es lo que teníamos antes”.

¿Qué otras innovaciones tiene proyectadas para su campo?

“Con un grupo de agricultores de la zona hemos tomado conciencia sobre la importancia que tiene la incorporación de rastrojos, por lo cual estamos invirtiendo en equipos de incorporación. Creemos en la reincorporación de rastrojos, pero es a alto costo. En una temporada se pueden generar fácilmente 15 toneladas de rastrojo, lo que implica invertir en maquinaria, combustible fósil y logística”.