En Osorno, lidera junto a su madre la continuidad de una lechería familiar fundada en 1950. Innovación, cuidado del bienestar animal y un profundo amor por el campo han sido las claves para mantener vivo este legado, que hoy produce más de 1.200.000 litros de leche anuales.
En la tranquila zona de Chahuilco, Osorno, la familia Hott ha sostenido una tradición lechera que, generación tras generación, se ha consolidado como un legado que mezcla historia, resiliencia y pasión. Este proyecto comenzó en la década de 1950, cuando Óscar Hott, bisabuelo de Alan Brauer Hott, fundó la lechería. Con un inicio modesto de unas 90 cabezas de ganado, el negocio fue creciendo paulatinamente, superando grandes desafíos, como los procesos de expropiación que redujeron el terreno familiar al mínimo.
Hoy, bajo el liderazgo de Verónica Hott, de 65 años, y el apoyo estratégico de su hijo Alan, la lechería produce más de 1.200.000 litros anuales con 170 cabezas de ganado. Él, ingeniero civil de profesión y representante de la cuarta generación involucrada, combina su experiencia técnica con la tradición familiar. “El campo es mi pasión. Desde niño trabajé aquí durante los veranos, y con el tiempo desarrollé un cariño especial por esta vida”, comparte.
“Desde una perspectiva ética y numérica, cuidar a nuestros animales es fundamental. Si ellos están en buenas condiciones, los resultados serán mejores”
Comenta Alan Brauer Hott
Innovación y tradición en equilibrio
La sostenibilidad de este legado se debe en gran medida a la capacidad de integrar innovación sin perder la esencia del negocio familiar. “No es simple trabajar en familia, pero es bonito. Las nuevas ideas de nuestra generación se nutren de la experiencia de los mayores, y eso nos desafía a mejorar constantemente”, explica Alan. Para mantenerse competitivos, han adoptado tecnologías como carros mezcladores y prácticas agrícolas avanzadas, como la mejora continua de las praderas. Estas innovaciones buscan maximizar la producción con recursos propios y mantener un estándar de calidad óptimo.
El bienestar animal es una prioridad absoluta para la familia Hott. “Desde una perspectiva ética y numérica, cuidar a nuestros animales es fundamental. Si ellos están en buenas condiciones, los resultados serán mejores”, asegura Alan. Por ello, se esfuerzan en garantizar que el ganado tenga acceso a sombra, agua y una alimentación adecuada. Además, implementan incentivos para los trabajadores que velan por la salud del rebaño, y han prohibido estrictamente cualquier tipo de maltrato animal.
Parte fundamental del crecimiento de la lechería ha sido el apoyo recibido por Nutrición Animal de Coagra. Alan destaca que, más allá de ser proveedores de insumos, han sido socios estratégicos del negocio. “El vendedor es clave. No solo entrega los productos, sino que también resuelve problemas y se involucra en nuestra operación. Por ejemplo, si se presenta algún retraso en los despachos, siempre buscan soluciones rápidas para que nuestra producción no se detenga”, relata Alan.
A su vez, la asesoría técnica y la logística eficiente de Nutrición Animal han permitido que la lechería optimice la alimentación del ganado, asegurando una producción constante y de alta calidad. “No es solo un servicio, es un verdadero compromiso hacia el agricultor. Esa colaboración ha sido un gran diferencial para nosotros”, añade Alan.
Lo que realmente ha mantenido viva esta tradición, más allá de las innovaciones y el manejo técnico, es el profundo amor por el campo que comparten Verónica y Alan. “El negocio ha sobrevivido gracias a la pasión de mi madre, quien ha dedicado su vida a este proyecto. Esa entrega es lo que ha permitido que la lechería siga siendo parte de nuestra familia”, afirma Alan. Aunque sus hermanos también valoran el legado, es Alan quien ha asumido el compromiso de continuar con el proyecto.
La comunicación fluida y el trabajo en equipo, asegura, son elementos esenciales en este negocio familiar. “Es un desafío mantener una relación fluida, especialmente con las diferencias generacionales, pero entendernos y trabajar juntos es clave para nuestro éxito”, comenta. En términos de comunidad, la familia busca contribuir al prestigio de Osorno como un referente lechero en Chile, un título que desean preservar para las futuras generaciones.
De cara al futuro, Alan y su madre proyectan un crecimiento basado en la eficiencia y la sostenibilidad. “Queremos darle continuidad al negocio, haciéndolo más eficiente y preparado para adaptarse a los cambios del sector”, asegura Alan. Esto incluye seguir invirtiendo en tecnología y fortaleciendo alianzas estratégicas que les permitan mantenerse competitivos en una industria que enfrenta márgenes ajustados y altos costos operativos.
“Nuestra misión es mantener este negocio vivo y dejarlo preparado para las próximas generaciones”, concluye Alan, reflejando el espíritu de un proyecto que, más que un negocio, es la esencia misma de su historia familiar.