Carlos Furche y Antonio Walker proyectan los desafíos que deberá abordar el próximo gobierno; entre otros, sumar infraestructura hídrica, acelerar la adopción de tecnologías y atraer nuevos talentos, además de diversificar los mercados.
La agricultura chilena, sector que ha sido un aporte constante al desarrollo económico y exportador del país, enfrenta un escenario donde la escasez de agua, la competencia global, el cambio climático, la necesidad de mayor innovación y la incorporación de nuevas generaciones se han transformado en desafíos estructurales.
Para profundizar en cuáles deberían ser las prioridades del período 2026-2030, conversamos con dos voces que suman décadas de experiencia directa en el sector: Carlos Furche, actual director nacional del INIA y ministro de Agricultura entre 2014 y 2018, y Antonio Walker, hoy presidente de la SNA y también ministro de la cartera entre 2018 y 2021.
A partir de sus diagnósticos, se delinea una hoja de ruta con focos clave para que el país no solo mantenga su liderazgo agrícola en los próximos años, sino que siga conquistando nuevos espacios.
1. El agua como punto de partida
Tanto para Furche como para Walker, la gestión hídrica aparece como un primer desafío ineludible que no puede seguir siendo postergado. Para Furche, el cambio climático dejó de ser una advertencia y se convirtió en un nuevo marco operativo en el que la agricultura debe aprender a producir.
“Probablemente, el mayor impacto es la menor disponibilidad de recursos hídricos. Esa es un área clave de política pública y de inversión público-privada si queremos mantener una agricultura competitiva y rentable”, sostiene el director nacional del INIA.
Walker coincide en la urgencia hídrica, con énfasis en la brecha regional que Chile enfrenta respecto de otros productores del hemisferio sur.
“Solo regamos 900 mil hectáreas en un país de 75 millones de hectáreas, y el 50% tiene riego tecnificado. Perú pronto estará regando 2,6 millones de hectáreas, entonces, necesitamos invertir en infraestructura hídrica, además de vial y digital”, señala el presidente de la SNA.
Furche coincide en que el país debe retomar la construcción de obras de riego, —incluidos embalses medianos con menor impacto ambiental y mayor viabilidad—, tecnificación del riego, infiltración de acuíferos y desaladoras siguiendo modelos ya aprobados internacionalmente si quiere sostener su posición exportadora en el mediano plazo.
2. Seguridad rural y condiciones para invertir
Aunque la falta de agua condiciona todo, Walker pone sobre la mesa un tema que en los últimos años se ha vuelto ineludible: la seguridad rural. “Estamos con un nivel de inseguridad rural muy grande. Sin seguridad no hay inversión y sin inversión no hay desarrollo”, afirma, aludiendo al aumento del robo de maquinaria, insumos y también a los episodios de violencia en zonas críticas del sur.
En paralelo, ambos ex ministros insisten en que la competitividad de la agricultura chilena depende también de contar con infraestructura acorde al crecimiento del sector. En el caso de Walker, la urgencia incluye caminos rurales, puertos, aeropuertos y conectividad digital. Para Furche, la logística es una desventaja estructural que el país debe minimizar con mayor inteligencia operativa: “Tenemos la distancia más grande y los costos mayores frente a nuestros competidores. Eso hace que la logística sea un tema crucial”.
3. Tecnología para producir más con menos
La innovación es otro punto central en los diagnósticos. La agricultura chilena deberá responder a una demanda mundial creciente, pero produciendo con menos tierra disponible, debido al deterioro de suelos y urbanización, menos agua y menos mano de obra disponible.
Aquí Furche identifica un reto institucional clave: fortalecer el sistema nacional de investigación, adopción y transferencia tecnológica, con INIA como articulador natural. “Es la única institución que tiene una mirada e infraestructura a nivel nacional”, señala.
Walker complementa esa mirada desde la urgencia productiva. La recuperación de la productividad agrícola —y del sector económico chileno en general— exige acelerar la transición hacia la robotización, mecanización y agricultura de precisión.
Y agrega otro punto estratégico: una agricultura moderna también es la forma de atraer a los jóvenes. “Las tecnologías, en general, son algo muy atractivo para los jóvenes”.
4. Mercados que exigen profesionalización
El entorno comercial global también está cambiando. Furche identifica una pérdida del orden multilateral que marcó el desarrollo agrícola de Chile durante décadas. “Vivimos un periodo de gran incertidumbre, con más medidas unilaterales y arancelarias. Hay que hacer seguimiento profesional y sistemático de los mercados internacionales”, apunta. Además, plantea una discusión interna de largo plazo: identificar qué cultivos serán las nuevas “grandes apuestas” de la fruticultura chilena durante los próximos veinte años.
En una línea similar, Walker refuerza la importancia de darle continuidad a la política de apertura. “Hay que seguir conquistando India, Asia, Medio Oriente y el norte de África”, dice, señalando que la diversificación comercial sigue siendo una fuente esencial de sostenibilidad para el sector.
5. Agricultura familiar
Tanto Furche como Walker coinciden en que la competitividad nacional depende también de la capacidad de integrar y hacer crecer a pequeños y medianos productores, que aportan buena parte de la oferta hortícola y alimentaria del país.
Furche atribuye al Estado un rol esencial en ese proceso. “INDAP debe ser la institución promotora de la articulación de la pequeña y mediana agricultura al desarrollo tecnológico y a los mercados formales”, plantea.
Walker enfatiza un punto que se ha vuelto recurrente en el sector: la asociatividad como condición de éxito. “Juntos llegamos más lejos. El cooperativismo moderno es una alternativa real y necesitamos financiamiento que lo impulse”, señala.
Pero también amplía el análisis hacia un ámbito más profundo, que cerrar las brechas de desarrollo rural para que vivir en el campo sea una opción y no una renuncia. Ello incluye vivienda, conectividad, transporte, infraestructura social y servicios de calidad. Y suma que la política migratoria debe actualizarse para asegurar mano de obra regulada y disminuir la informalidad laboral.
6. Capital humano y relevo generacional
Ambos ex ministros advierten que Chile enfrenta una transición demográfica que reducirá la cantidad de trabajadores disponibles para tareas agrícolas, muchas de ellas físicamente exigentes.
Furche lo resume así: “Vamos a ser menos personas y mayores. La tecnificación no es solo necesaria, sino que es la única forma de ser más productivos, con menos esfuerzo físico y más eficiencia”.
Walker coincide, y suma que el sector tiene herramientas para entusiasmar a nuevas generaciones si comunica mejor su potencial. “Tenemos que mostrar un sector vivo, rentable, exportador. Muchas veces no le damos ese relato al sector, y lo tiene”.
Para ambos, los liceos agrícolas y la educación técnica aparecen como una vía clave de formación, especialmente considerando la creciente sofisticación tecnológica del trabajo en terreno.
7. Una oportunidad que no se puede postergar
Chile cuenta con ventajas naturales y productivas que lo han hecho destacar durante por décadas en los mercados internacionales: inocuidad, trazabilidad, calidad y un clima mediterráneo que permite producir cuando otros países no pueden, generando oferta fresca para mercados exigentes.
Sin embargo, ambos ex ministros concuerdan en que el país está frente a un punto de inflexión. “Chile tiene una agricultura singular, distinta a cualquier otra en el mundo. La estamos aprovechando, pero todavía tenemos espacio para más”, reflexiona Furche.
Walker expresa la misma idea desde la mirada productiva: “La ventaja no será cuánto producimos, sino cómo producimos”.







