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Nuevas normativas y mayor conciencia ambiental están dando buenos resultados, pero se enfrentan retos como la falta de infraestructura regional y la necesidad de educación. Francisca Gebauer, directora ejecutiva del sistema de gestión CampoLimpio, analiza el impacto y las oportunidades de estas transformaciones.

Chile es considerado uno de los grandes consumidores de plástico de Latinoamérica, con un consumo cercano a más de un millón de toneladas por año. De esa cifra, según el Informe Estadístico 2023 de la Industria del Plástico (ASIPLA), los sectores agrícola y de pesca aportan con el 8%.

En este escenario, el reciclaje en el sector agro es una práctica que, poco a poco, se ha ido instalando, especialmente marcada por la implementación de nuevas normativas, iniciativas voluntarias y un cambio gradual en la percepción de los agricultores hacia estrategias más sostenibles.

No obstante, el camino hacia un modelo completamente eficiente y descentralizado sigue enfrentando retos significativos, como la falta de infraestructura regional y la necesidad de fortalecer la educación ambiental. En esta entrevista detallada, Francisca Gebauer, directora ejecutiva del sistema de gestión CampoLimpio, analiza los avances, desafíos y oportunidades que enfrenta el reciclaje en este sector estratégico para el país.

El pasado y el presente del reciclaje agrícola

Francisca Gebauer, directora ejecutiva del sistema de gestión CampoLimpio

¿Cuáles han sido los principales cambios en las prácticas de reciclaje en el ámbito agrícola en los últimos años?

Hace 25 o 30 años, las prácticas de reciclaje en el agro eran casi inexistentes. Era común ver que los envases se desechaban de forma inadecuada, quemándolos o abandonándolos en el campo, sin consideración por su impacto ambiental. Este panorama comenzó a cambiar alrededor del año 2000, cuando se introdujeron regulaciones clave.

La resolución 2190 del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) estableció la obligatoriedad de incluir en la etiqueta de los plaguicidas la práctica del triple lavado de los envases y su manejo de acuerdo con las instrucciones de las autoridades competentes. Por su parte, Ley 20308/2008 (sobre Protección a los Trabajadores en el uso de Productos Fitosanitarios del Ministerio de Agricultura), dispuso que los usuarios de plaguicidas deben emplearlos de acuerdo con las normas señaladas en la etiqueta, tanto en el uso como en la eliminación de residuos y envases vacíos.

A su vez, el Decreto 148 (Reglamento Sanitario sobre Manejo de Residuos Peligrosos del Ministerio de Salud), estableció que los envases de plaguicidas con triple lavado son considerados para su gestión residuos no peligrosos y la regulación más reciente corresponde a la Ley 20.920 (Marco para la Gestión de Residuos, la Responsabilidad Extendida del Productor y Fomento al Reciclaje o Ley REP), la cual establece obligaciones y responsabilidades en toda la cadena, desde fabricantes hasta consumidores.

Estas normativas marcaron un antes y un después en la gestión de residuos en el agro, allanando el camino hacia un reciclaje más formalizado.

Desde entonces, iniciativas como CampoLimpio, que comenzó hace más de 20 años como un esfuerzo voluntario de la industria de la protección de cultivos, han ampliado significativamente la cobertura, implementando centros de acopio fijos y puntos móviles que llegan a comunas sin infraestructura fija. Hoy, CampoLimpio es el único sistema de gestión constituido bajo la normativa de la Ley REP para envases agroindustriales y opera de Arica a Coyhaique, facilitando la gestión responsable de envases en el agro.

¿Cómo ha influido la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP) en esta transformación?

La Ley REP, promulgada en 2016 pero aplicada al sector de envases agrícolas en octubre de 2023, busca que las empresas que comercializan productos envasados sean responsables de financiar y organizar la gestión de los envases vacíos. Esto ha cambiado la dinámica del reciclaje en el agro, dejando de ser una práctica voluntaria para convertirse en una obligación legal.

El impacto de esta ley es enorme, ya que ahora todas las empresas que comercializan un producto envasado en el país deben cumplir con ella y las metas establecidas para cada tipo de producto, para lo cual deben conformar y financiar los sistemas de gestión, quienes se encargan del manejo de los envases, es decir, de las distintas operaciones de manipulación, recolección, tratamiento, transporte, reciclaje, entre otros, mediante la contratación de gestores autorizados y cuyos planes de gestión deben ser aprobados por el Ministerio del Medio Ambiente.

Por otra parte, la Ley también establece obligaciones a los agricultores, quienes, como consumidores, deben entregar los envases en los sistemas de gestión autorizados y bajos las condiciones básicas establecidas por estos. Cabe destacar que el consumidor que no cumple con esta normativa arriesga sanciones y multas que pueden llegar hasta las 5.000 UTA.

En cuanto a los plazos para la implementación de la Ley REP en Chile, representan un desafío significativo. Mientras que en Europa este proceso tomó cerca de 30 años, en nuestro país se busca lograr resultados similares en solo 10 años, reflejando la ambición y el compromiso que caracterizan este proyecto.

La Ley REP también ha estimulado la aparición de una red de gestores que apoyan el reciclaje, aunque su desarrollo ha sido más lento de lo esperado. El reto está en consolidar una infraestructura que permita cumplir con las metas de reciclaje sin generar costos desproporcionados.

Un cambio en la mentalidad agrícola

¿Cómo han reaccionado los agricultores a estos cambios normativos?

Los agricultores han mostrado una respuesta positiva y progresiva ante los cambios normativos, adoptando prácticas de reciclaje que no solo cumplen con las exigencias legales, sino que también generan beneficios concretos. Cada vez se observa una mayor conciencia ambiental en el sector, impulsada tanto por el impacto de las normativas como por la influencia de consumidores y mercados, cuya preocupación por el medio ambiente ha motivado un cambio cultural significativo.

Prácticas como el triple lavado, a través de la cual se logra remover el 99,99% de restos en el envase, han permitido maximizar el uso de los productos, reduciendo costos y evitando la generación de residuos. Además, al entregar los envases en un sistema de gestión, los agricultores obtienen certificados reconocidos por autoridades y certificadoras, fortaleciendo las buenas prácticas agrícolas y contribuyendo a una agricultura más sustentable.

¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta el reciclaje en el agro?

Uno de los más urgentes es la falta de infraestructura descentralizada. La mayoría de los recicladores están en la Región Metropolitana, lo que significa transportar plásticos desde Arica o Coyhaique, aumentando costos y emisiones de CO2. Esto resalta la necesidad de desarrollar plantas de reciclaje en regiones, lo que reduciría la dependencia del centro del país y haría el proceso más sostenible.

Otro desafío importante es el desconocimiento de la población sobre aspectos básicos de reciclaje y de las obligaciones que hoy tienen al respecto. En algunas comunas agrícolas, muchos productores aún no saben cómo gestionar adecuadamente sus envases ni que se arriesgan a multas si no entregan sus envases a un sistema de gestión autorizado, lo que pone en evidencia la importancia de fortalecer campañas de comunicación y educación ambiental.

¿Qué estrategias pueden ayudar a superar estos retos?

Una solución sería fomentar alianzas con startups e instituciones que innoven en tecnologías de reciclaje para plásticos agrícolas. Ya se han realizado ensayos con la Universidad de Concepción para utilizar residuos plásticos en procesos de pirólisis, para generación de combustibles y fertilizantes. Este tipo de iniciativas demuestran el potencial del reciclaje para crear valor agregado. También es importante establecer una fiscalización más estricta para evitar la operación de gestores no autorizados e iniciativas que no cumplen con las normativas vigentes y que ponen en riesgo el medio ambiente y la salud de las personas.

En cuanto a la educación ambiental, nunca debemos quedarnos conformes. Siempre hay que comunicar los beneficios y los riesgos de una mala gestión de los residuos. La clave para el éxito radica en equilibrar normativas exigentes, educación ambiental y el desarrollo de infraestructura adecuada. Si Chile logra superar estos obstáculos, el agro podría convertirse en un referente de sostenibilidad en la región.

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