Impulsado por la demanda internacional y el respaldo de grandes compradores, el fruto seco se ha expandido con fuerza en el sur de Chile. Su crecimiento, sin embargo, exige planificación, manejo técnico y una mirada de largo plazo, señala experto asesor.
En la última década, el avellano europeo ha emergido como uno de los cultivos más dinámicos de la agricultura chilena. Según cifras de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa), la superficie plantada se ha multiplicado por seis, pasando de 5.000 hectáreas en 2010 a más de 30.000 en 2023. Se estima que actualmente existen alrededor de 50 mil hectáreas plantadas, con un aumento anual de aproximadamente 3 mil hectáreas.
Este boom no es casualidad: como explica Khristopher Ogass, asesor de avellanos del Centro de Gestión Frutícola de Ñuble en Coagra, “ha sido un crecimiento sostenido, impulsado por buenos rendimientos, precios y la ventaja de ser un cultivo mecanizable que requiere menos mano de obra que otros frutales”.
Chile ha encontrado en las regiones del Maule al sur las condiciones ideales para este cultivo. “Desde el Maule hasta Los Lagos, los rendimientos por hectárea han aumentado gracias a mejoras en el manejo agronómico”, destaca Ogass. Sin embargo, advierte que no todas las zonas son iguales. “Las áreas entre Bío Bío y Los Ángeles destacan por combinar buen clima y suelos con buena aptitud. En Maule, en cambio, a veces el suelo limita el potencial, y más al sur, aunque los suelos son los apropiados, el clima primaveral de menor acumulación térmica puede afectar la producción”.
En este sentido, el clima juega un papel crítico. “El límite norte es el Maule, debido a los requerimientos de frío para el inicio de su desarrollo y hacia el sur, las heladas primaverales (octubre-noviembre) son un riesgo grave. Hay que elegir zonas con historial climático estable”, enfatiza el experto. Sobre el suelo, sostiene que “es preferible al menos 80 cm de profundidad efectiva, sin limitaciones, ya que un huerto adulto (7-8 años) la planta restringirá considerablemente su crecimiento, limitando la producción acrecentando la alternancia productiva característica de esta especie. Invertir en preparar bien el suelo antes de plantar es clave en todas las especies frutales y el avellano europeo no es la excepción, añade.
El motor del crecimiento
La avellana chilena tiene un destino casi exclusivo: la exportación. “Hoy el negocio se sostiene porque hay un comprador sólido como Ferrero, que paga rápido y da liquidez al productor”, comenta Ogass. Aunque no está exento de exigencias importantes, ya que la industria chocolatera exige calidad premium. Por ejemplo, explica el asesor, los avellanos “no pueden tener más de 5% de daño por chinches en la pepa ni sobre un 2% de hongos ocultos al interior de la pepa. Chile cumple, pero hay que mantener esos estándares”, advierte.
Por otro lado, nuevos actores están entrando al mercado. “Chile ya tiene volumen suficiente para atraer más compradores. En unos años, veremos más empresas interesadas”, proyecta. Esto abre oportunidades, pero también desafíos, como la alternancia productiva. En esa línea, Ogass dice que “el gran reto es lograr la estabilidad productiva como objetivo principal de los agricultores. Tenemos años de alta producción y otros bajos. Si conseguimos atenuar eso con un mejor manejo agronómico, sin culpar siempre al clima, el negocio será aún más sostenible”, señala.
Oportunidades y recomendaciones
Para Ogass, el avellano europeo seguirá creciendo, pero con matices. “Las proyecciones son auspiciosas, pero no es un cultivo para todos. Por su mecanización y escala, suele ser más rentable para medianos y grandes productores”, dice, aunque también existen pequeños productores dedicados al cultivo.
A los interesados en incursionar, les da un consejo: “No se lancen sin estudiar bien el suelo, el clima y por sobre todo la variedad a establecer con amplio historial productivo. Un error al elegir la zona puede arruinar la inversión. Y nunca descuiden el manejo agronómico. La poda, la fertilización y el control sanitario marcan la diferencia en un negocio próspero”.
Con una demanda internacional en alza y condiciones naturales favorables, asegura que el avellano europeo se consolida como un pilar de la fruticultura chilena. Sin embargo, su éxito a largo plazo dependerá de cómo el sector enfrente desafíos como el cambio climático, la gestión hídrica, plagas y enfermedades. Como resume Ogass: “No basta con plantar y esperar. Hay que profesionalizar cada paso, desde el suelo hasta la poscosecha, para que Chile siga siendo líder en este mercado”.