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Con una mirada fresca, junto a su padre co-lideran una nueva etapa en el predio, ubicado en Osorno, combinando tecnología, precisión y visión emprendedora para enfrentar los desafíos actuales del rubro lechero.

En el sector La Calo Volcán, en la Región de Los Lagos, la familia Gebauer lleva décadas dedicada a la lechería. Todo comenzó con el bisabuelo de Diego Gebauer, quien inició las primeras actividades agrícolas en la zona, orientadas principalmente a la subsistencia.

Con el paso del tiempo, gracias al trabajo de su abuelo, Armin, y luego de su padre, Alberto, el predio fue especializándose hasta convertirse en una lechería consolidada y tecnificada. Hoy, es Diego quien lidera la administración de la Agrícola GK Bellavista, continuando el legado familiar con una mirada moderna y precisa.

Veterinario de profesión, Diego co-lidera la administración de la empresa junto a su padre Alberto hace algunos años, apenas finalizó sus estudios. Desde entonces, han impulsado juntos una serie de transformaciones técnicas para llevar la lechería a otro nivel.

Actualmente, la operación cuenta con unas 350 vacas en ordeña, con proyección a aumentar esa cifra a 400 en los próximos meses. Pero más allá del crecimiento en volumen, lo que define esta nueva etapa es el enfoque en la eficiencia, el bienestar animal y la toma de decisiones basada en datos concretos. “La diferencia hoy la hace la precisión. Ya no se puede trabajar al ojo, porque los márgenes son estrechos y las exigencias muchas”, explica Diego, de 30 años.

La lechería fue modernizada con equipamiento que permite medir individualmente la producción de leche por vaca, detectar tempranamente cuadros de mastitis mediante sensores de conductividad, controlar el comportamiento de cada animal a través de collares inteligentes, y registrar el peso mediante puertas separadoras automatizadas.

Toda esta información es procesada por un software que permite generar alertas en tiempo real y tomar decisiones informadas sobre la salud, el rendimiento y la alimentación del rebaño. “Antes, todas las vacas comían lo mismo, pero eso no es eficiente. Ahora podemos ajustar el concentrado según lo que realmente necesita cada una”, comenta.

Para Diego, esta tecnificación no reemplaza el rol del productor ni del equipo humano, pero sí mejora la capacidad de respuesta y reduce los errores. “El sistema funciona 24/7. Detecta cuando una vaca baja su producción, pierde peso o cambia su comportamiento, y muchas veces eso es el primer signo de que algo anda mal. Con esa información podemos actuar antes de que el problema se agrave”, explica. En un rubro donde los tiempos de reacción pueden marcar la diferencia entre rentabilidad y pérdida, este nivel de monitoreo representa una ventaja competitiva real, asegura.

Además del trabajo en la producción primaria, Diego ha impulsado un emprendimiento de productos elaborados a partir de leche A2, una variante proteica que es más digerible para muchas personas. Desde una pequeña planta produce leche A2, yogur y mantequilla.

Son productos de alta rotación, dice, que le permiten mantener una operación ágil y ajustada a su capacidad actual de almacenamiento y distribución. “Partió como un proyecto universitario, pero con el tiempo lo fui desarrollando en paralelo al trabajo en el campo. La gente busca productos diferenciados y bien hechos”, señala.

La gestión familiar también ha representado desafíos, sobre todo en la convivencia laboral con su padre. “Al principio fue difícil separar lo personal de lo profesional, sobre todo porque vivimos en el mismo campo. Pero logramos avanzar definiendo muy bien los roles y funciones de cada uno”, dice.

Su padre, que vivió una experiencia similar con su propio padre, tomó la iniciativa de dividir las áreas de responsabilidad, lo que permitió una colaboración más fluida. Hoy cada uno tiene a su cargo un equipo distinto y áreas específicas, lo que evita duplicidades y conflictos.

En cuanto al futuro del rubro, Diego se declara moderadamente optimista. Reconoce que la estabilidad económica y política de Chile, junto con la red de tratados de libre comercio, ofrecen condiciones favorables para la industria. “Mientras haya estabilidad, hay espacio para crecer. Pero hay que hacerlo con foco y eficiencia. Hoy la tecnología no es opcional, es una necesidad”, afirma.

Para él, uno de los próximos pasos clave será aplicar esta misma lógica de precisión en la gestión del suelo. Menciona el interés por trabajar con software que permitan registrar la historia productiva de cada potrero, desde siembras y fertilización hasta riegos y rotaciones, con el mismo nivel de detalle que hoy se aplica en el manejo animal.

Diego también pone énfasis en la importancia de defender el rubro frente a la creciente desinformación sobre los productos de origen animal. “Hay muchas ideas erradas circulando, y nuestro rol como productores es hacer bien las cosas, pero también saber explicarlas. No basta con trabajar bien si no lo sabemos comunicar”, sostiene.

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